Por Roberto Famá Hernández
Al caer la tarde del 19 de octubre último, un hombre de 54 años, que su primer nombre es Piotr, empujado por una profunda desesperación cívica, se pendió fuego ante el Palacio de la Cultura y la Ciencia en Varsovia.
Minutos
antes, repartió entre transeúntes decenas de fotocopias de una carta con un
texto absolutamente racional, dirigida a todo el pueblo polaco, donde enumera y
repudia las acciones del gobierno, que considera un ataque a la democracia y al
estado de derecho. Acusa al partido gobernante de restringir las libertades
civiles y socavar la justicia, entre otros cargos.
Pero en la
carta también acusa a los medios de comunicación de haberse convertido en "órganos
de propaganda" del partido gobernante.
En otro párrafo apela a ese 47% de
sus compatriotas que, según las encuestas, apoya al gobierno y no ven el
deterioro en el que están cayendo. Pero, del mismo modo, le implora, a todos
los polacos que no apoyan al gobierno, que entiendan que quienes forman el 47% “son nuestras madres, hermanos, vecinos,
amigos y colegas" y que, como tales, no deberían ser vilipendiados.
Piotr
advirtió que el gobierno polaco intentará minimizar su acto de protesta.
"Su primer punto de ataque", predijo en la carta, será señalar que
sufro de depresión. "Soy lo que podrías llamar una persona mentalmente
enferma", escribió. "Pero hay millones como yo en Polonia, y de
alguna manera logran funcionar más o menos normalmente". El alegato de
Piotr es claro: por favor, no confundas
la depresión con la locura.
No han
tardado mucho en darle la razón; el ministro del Interior, Mariusz Błaszczak, tal
como Piotr predijo, atribuyó la
inmolación a su depresión y se apresuró a usarlo políticamente al describirlo como
"una víctima de la propaganda total de la oposición, que proclama que
están luchando contra el gobierno en las calles y en el extranjero" y los
medios de comunicación salieron en conjunto a batir el parche en el mismo
sentido.
Evidentemente,
son tiempos de extrema desesperación cívica en muchas partes del mundo, por la
voracidad de un capitalismo salvaje, que ha puesto a su servicio a los medios masivos de comunicación para arrastrar
con ellos a millones a la confusión o al silencio; no hay donde gritar, no hay
donde oír y el enemigo se dibuja erróneamente en el próximo, en el que “es como yo”
pero “piensa diferente a mí” y que como dice Piotr, son nuestras madres,
hermanos, vecinos, amigos y colegas.
El mundo todo
debería prestar atención al mensaje que Piotr transmitió en su carta. Él merece
que sus motivos y opiniones declarados sean conocidos, discutidos y tomados en
serio.
Probablemente
Piotr esperaba que su carta nos provoque al menos una pregunta: ¿qué estamos haciendo con nuestras democracias?
Se ve q en todo el mundo está pasando lo mismo. Triste
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