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domingo, 29 de octubre de 2017

SON TIEMPOS DE EXTREMA DESESPERACIÓN CÍVICA





Por Roberto Famá Hernández

Al caer la tarde del 19 de octubre último, un hombre de 54 años, que su primer nombre es Piotr, empujado por una profunda desesperación cívica, se pendió fuego ante el Palacio de la Cultura y la Ciencia en Varsovia.

Minutos antes, repartió entre transeúntes decenas de fotocopias de una carta con un texto absolutamente racional, dirigida a todo el pueblo polaco, donde enumera y repudia las acciones del gobierno, que considera un ataque a la democracia y al estado de derecho. Acusa al partido gobernante de restringir las libertades civiles y socavar la justicia, entre otros cargos.

Pero en la carta también acusa a los medios de comunicación de haberse convertido en "órganos de propaganda" del partido gobernante. 

En otro párrafo apela a ese 47% de sus compatriotas que, según las encuestas, apoya al gobierno y no ven el deterioro en el que están cayendo. Pero, del mismo modo, le implora, a todos los polacos que no apoyan al gobierno, que entiendan que quienes forman el 47%  “son nuestras madres, hermanos, vecinos, amigos y colegas" y que, como tales, no deberían ser vilipendiados.

Piotr advirtió que el gobierno polaco intentará minimizar su acto de protesta. "Su primer punto de ataque", predijo en la carta, será señalar que sufro de depresión. "Soy lo que podrías llamar una persona mentalmente enferma", escribió. "Pero hay millones como yo en Polonia, y de alguna manera logran funcionar más o menos normalmente". El alegato de Piotr es claro: por favor, no confundas la depresión con la locura.

No han tardado mucho en darle la razón; el ministro del Interior, Mariusz Błaszczak, tal como Piotr  predijo, atribuyó la inmolación a su depresión y se apresuró a usarlo políticamente al describirlo como "una víctima de la propaganda total de la oposición, que proclama que están luchando contra el gobierno en las calles y en el extranjero" y los medios de comunicación salieron en conjunto a batir el parche en el mismo sentido.

Evidentemente, son tiempos de extrema desesperación cívica en muchas partes del mundo, por la voracidad de un capitalismo salvaje, que ha puesto a su servicio a  los medios masivos de comunicación para arrastrar con ellos a millones a la confusión o al silencio; no hay donde gritar, no hay donde oír y el enemigo se dibuja erróneamente en el próximo, en el que “es como yo” pero “piensa diferente a mí” y que como dice Piotr, son nuestras madres, hermanos, vecinos, amigos y colegas.


El mundo todo debería prestar atención al mensaje que Piotr transmitió en su carta. Él merece que sus motivos y opiniones declarados sean conocidos, discutidos y tomados en serio.

Probablemente Piotr esperaba que su carta nos provoque al menos una pregunta: ¿qué estamos haciendo con nuestras democracias?

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